Sobre el canto primero de la Ilíada, y el personaje de Aquiles
Por Díaz Anula.
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Lejos de buscar la realización de un estudio
objetivo de la obra Homérica, este ensayo tratará con subjetividad el texto tal
como lo haría Croce, no tratando de ilustrar con la verdad, sino con una
interpretación; se centrará en el canto uno, en el que Aquiles monta en cólera
contra Agamenón y desiste de luchar.
Tras una breve introducción, separaremos el canto en distintas secciones para
luego focalizarnos en los acontecimientos y versos de mayor relevancia y
belleza para la comprensión del citado héroe, al que se tratará de hacer ver
como el primer romántico, el hombre, o héroe, clásico que se movía por motivos
más propios de un personaje del siglo XVIII que del suyo. Hay muchos relatos
mitológicos y términos que es necesario conocer para comprender la obra, y
aunque sean nombrados, en este estudio no serán explicados ni narrados. Para una
lectura amena y beneficiosa, será necesario tener a mano el canto de la Ilíada
al que nos referimos, pues los versos aquí plasmados son muy reducidos.
La figura de Homero, cuya existencia es una
incógnita, aparece en el S. VIII A.C, cinco siglos después de la caída de Ilión.
No consideramos la identidad del escritor como algo relevante para este
estudio, pero sí es necesario decir que en su obra encontramos versos, o
partes, que no coinciden con el tono general en el que está escrito el resto
del texto. Esto ha dado cabida a las múltiples teorías sobre el tema, pero no
serán aquí mencionadas; si se dirá, en cualquier caso, que aunque la existencia
de la ciudad de Ilión, considerada en la antigüedad un hecho histórico, ha
estado en duda y llegó a verse como un hecho puramente ficticio, en el S. XIX
fue confirmado, gracias a las excavaciones de H. Schlieman en Micenas y en la
colina de Hissarlik, que la obra tiene un núcleo histórico.
La Ilíada, el poema épico más antiguo, narra una
parte del último de los 10 años que duró la guerra de Troya, provocada por los
acontecimientos acaecidos en el Juicio de
París y confirmando los augurios por los que Príamo abandonó a Alejandro en
el monte Ida. Los reyes griegos, con Agamenón como líder y obligados por un
juramento de proteger a Helena, viajan mar allende hacia el este (y no haciendo
cabotaje) a la conquista de la ciudad de Príamo, cuyo hijo, París (o Alejandro),
había raptado, o enamorado, a la muchacha, hija de Zeus y esposa de Menelao,
rey de Esparta; así cumplió Afrodita el regalo prometido en la boda de Peleo y
Tetis, provocando la guerra entre las potencias Grecia y Troya. Por primera
vez, las polis griegas, que son comandadas por distintos reyes y que
normalmente están enfrentadas unas a otras, se unen bajo el mando de un solo
líder para acabar con un enemigo del este; en la guerra, que duraría diez años
de sitio y batallas, participan dioses, héroes y hombres; aquí se decidirá el
control sobre el Egeo, y así, sobre el comercio marítimo de la zona.
La brillante obra de Homero usa un estilo claramente
enfocado a la juglaresca de la época, viéndose constantes repeticiones de
versos o hasta párrafos enteros, además de la siempre presente adjetivación de
los personajes, siendo el nombre de Aquiles, por ejemplo, siempre acompañado
por ''el de los pies ligeros'', o ''igual a los dioses'', o caracterizaciones
similares (Siempre presentes en la obra clásica, pero con más frecuencia en
Homero). También es general en la Ilíada encontrar distintos nombres para
referirse al mismo personaje, por ejemplo Apolo será llamado el Hijo de Leto,
el Hijo de Zeus, el de argénteo arco... Por otra parte, el griego en el que
está escrita la obra dista del usado cuando ésta fue difundida; no entraremos,
en cualquier caso, en estas cuestiones que cursan sobre la forma y estética de
la Ilíada, pues nos centraremos en el contenido de la obra.
He aquí un escueto resumen de lo ocurrido durante el
primer acto, y el que analizaremos, de la Ilíada:
Crises, sacerdote de Apolo, implora a Agamenón que
acepte el rescate de su hija, a la que éste ha cobrado como botín; todos los
griegos acceden salvo el Rey de Micenas, que echa de malas formas y amenazando al
sacerdote. Apolo, furioso, lanzará entonces una peste a los griegos, y estos
discuten sobre el posible motivo de la ira del dios. Una vez resuelto (gracias
al vaticinio de Calcante) que para aplacar al dios será necesario devolver a
Criseida, hija de Crises, Agamenón y Aquiles tienen una fuerte discusión que
termina con el Atrida quedándose a Briseida, botín de Aquiles, y con éste
abandonando la guerra y retirando a sus hombres de la confrontación. El Héroe
le pedirá a su madre, la diosa Tetis, que suplique ayuda a Zeus para que el
olímpico dé fuerzas a los Troyanos y así los griegos perezcan para que, en
consecuencia, supliquen a Aquiles que vuelva al combate. Efectivamente, la
diosa consigue el favor de su padre, y tras una leve discusión entre los
dioses, queda zanjado que el dios ayudará a Troya y que ninguna deidad, ni
siquiera su esposa, pueden desafiar el poder del olímpico, que es más poderoso
y fuerte que el resto de los dioses. Por otra parte, para aplacar a Apolo,
Agamenón mandará a Ulises llevar a Criseida junto a su padre portando una
hecatombe que sacrificarán.
Para un estudio más organizado de la materia,
dividiremos el canto en varias secciones. La primera, que será desde el verso 1
al 5, presentará el canto; la segunda llegará hasta el verso 305, y en ella se
narrará el motivo de la disputa entre Aquiles y Agamenón; hasta el verso 425,
se explicará los actos de los dos héroes como consecuencia de la pelea; la
cuarta y última parte del canto engloba hasta el final, y narra los que hace
Ulises para apaciguar a Apolo y, además, una disputa entre los dioses, que
apoyan a uno u otro bando; esta última parte no será analizada con la misma
profundidad que las otras, pues es la que menos concierne a Aquiles y al
objetivo de este ensayo. Nos centraremos, sobretodo, en la tercera parte del
canto por ser ésta la más simbólica y descriptiva del personaje Aquiles y sus
pasiones, pero nunca se dejará de analizar el resto. Evidentemente, el canto
puede ser divido de diferentes maneras, y esta fue elegida por ser la que más
conviene para el estudio del personaje sobre el que nos centraremos, cobrando
así más importancia la disputa entre los dos reyes, Aquiles y Agamenón, que el
castigo de Apolo y las circunstancias que éste acarrea. (Que bien podría ser
punto de inflexión para otra división del texto)
Cólera, tan connotativa como es, aparece como
primera palabra del canto; el primer vocablo de la obra cumple para los
clásicos la misma función que el título en las novelas modernas; debe captar la
atención del lector, pero, ¿cólera? ¿Por qué empezar con Menis? Porque la Ilíada no narra la guerra de Troya, sino la cólera
de Aquiles, y no la cólera de éste contra los troyanos, sino también contra su
propio líder, pues deja la confrontación por una disputa personal con Agamenón.
Un solo guerrero que puede cambiar el curso de la guerra decide dejar a los
griegos morir para vengarse de un rey que le había faltado el respeto, y solo
volverá a guerrear cuando maten a su querido primo, o amigo, Patroclo, no
importándole la muerte de los demás griegos aun teniendo entre ellos seres
queridos (como Ulises, a quien Aquiles dice apreciar cuando éste le suplica,
inútilmente, que vuelva a la lucha en un canto posterior). Nueve años llevan ya
sitiando Ilión, y el mejor de los aqueos abandona la batalla; Aquiles, que está
en la guerra sabedor de su muerte, abandona la pelea por un capricho, por una
búsqueda de su propio bienestar; para de batallar por una disputa infantil que,
al final y al cabo, carecía de importancia: una esclava. Envidia, sentimiento
de humillación e inferioridad, falta de sumisión y capricho infantil parecen
los sentimientos que llevan a nuestro héroe a obrar como lo hace. Él no está en
la guerra por la misma promesa que une a todos los griegos (la defensa de Helena), pues aún no había
nacido cuando se hizo el juramento, y es por esto que Aquiles es el único rey de
los griegos que puede abandonar a Agamenón sin faltar a su palabra (algo que
estaba mal visto en la época clásica). En estos primeros versos de la primera
parte, puede verse en ''causó a los aqueos incontables dolores, precipitó al Hades
muchas valientes vidas de héroes y a ellos mismos los hizo presa para los
perros'', lo dañino del acto del hijo de Peleo. Ya el final de la primera parte
del canto dice :'' Desde que por primera vez se separaron tras haber reñido el Atrida,
soberano de hombres, y Aquiles, de la casta de Zeus.'' En unas cuantas
palabras, en 7 versos, Homero presenta una de las mayores y más elevadas obras
literarias con precisión y elegancia, anunciando no solo el primer canto, sino
la Ilíada al completo y a dos de sus personajes principales.
Comenzando con una pregunta retórica, la siguiente
parte del canto, como ya se ha dicho, narrará el motivo de la cólera de
Aquiles, el por qué empezar con menis
el poema; se ve aquí también la constante participación de los dioses en todo a
lo que la guerra concierne, y ya antes de pasar la primera página encontramos a
Apolo fustigando a uno de los dos bandos. Es necesario hacer especial mención
al encuentro entre Crises y los Atridas. Agamenón comete aquí uno de los
delitos morales más deleznables de la época: la soberbia; él es el único entre
los suyos que niega al sacerdote de Apolo el rescate de Criseida, hablando sin
respeto alguno, intimidando a un anciano (que eran realmente reverenciados,
como en esta misma obra pueden apreciarse cada vez que habla, por ejemplo,
Néstor), y provocando la ira, más que justificada (para la mentalidad clásica),
del dios. Dice el texto ''todos los demás aqueos aceptaron unánimes respetar al
sacerdote, pero no le plugo en su ánimo a Agamenón'' (ánimo, que en griego también es alma). El dios cumplirá la plegaria de Crises, que le suplicó
venganza, y fustigará con la peste a la hueste griega; como dice el mismo
Homero, ''Resonaron las flechas sobre los hombros del irritado dios al ponerse
en movimiento, e iba semejante a la noche'' (es decir, negro de ira). A partir
del verso 60 aparece Aquiles por primera vez, (bien podría haberse tomado como
punto de inflexión en nuestra división del canto) y propone acudir a un
''sacerdote o interprete de sueños'' para que éste les diga como aplacar al
dios. Calcante, ''de los agoreros con mucho el mejor'', pide a Aquiles su
protección, pues teme al soberano Atrida. Que alguien como él tema la reacción
del rey dice mucho, tanto de la persona de Agamenón, como del vaticinio que
hará Calcante: ''Sino que es el sacerdote, a quien ha deshonrado Agamenón...
por lo que el flechador ha dado dolores, y aún dará más.'' Deshonrar a un
sacerdote, a un anciano, es sin duda motivo de la ira del dios, pero aun así
Calcante temía la respuesta de Agamenón, y éste, efectivamente, monta en
cólera. De la furiosa respuesta que da Agamenón, en la que carga contra
Calcante, hay que destacar la comparación que hace entre Clitemnestra, su mujer
y quien le daría muerte tras la guerra, con Criseida. Esta igualdad que el Atrida
les da no sería posible con cualquier esclava, y tampoco es porque Agamenón ame
a la muchacha y esto las ponga en igualdad, no; ella es hija de un sacerdote, y
esto la hace igual a Clitemnestra. Dice Agamenón: ''pues además la prefiero
antes que a Clitemnestra, mi legítima esposa, porque no es inferior a ella...
consiento en devolverla, si eso es lo mejor. Yo quiero que la hueste esté sana
y salva, no que perezca. Mas disponedme enseguida otro botín; que no sea el
único entre los argivos sin recompensa.'' La codicia que puede verse aquí es
atacada por Aquiles, quien, con sarcasmo y burla, dice a Agamenón, ''Oh,
gloriosísimo Atrida, el más codicioso de todos'' mostrando su falta de respeto
por la figura del soberano de reyes, para luego prometer que éste cobrará lo
perdido aquí cuando caiga Troya. En la respuesta del Atrida, puede verse el
primer calificativo que le da un personaje a Aquiles, ''igual a los dioses'',
esto es porque el héroe es hijo de Peleo y Tetris, hombre y diosa
respectivamente, y aunque ciertamente es un apelativo que se repite con muchos
personajes de la obra, es digno de mención que sea la primera adjetivación que
hace a Aquiles. Nuestro héroe, cuando niño, fue lavado en la laguna Estigia por
su madre, lo que le haría invulnerable a cualquier herida salvo en el talón
(donde la mano de Tetis no dejó que el agua toara la piel del niño). En su
discurso, el jefe de la expedición amenaza con robarle el botín a algún héroe (nombra
a Ayante, Odiseo e incluso al propio Aquiles) en pago por la pérdida de
Criseida. Aquí nuestro héroe monta en cólera; es destacable que diga: ''no
he venido yo por culpa de los Troyanos'', pues Aquiles aún no había nacido
cuando los griegos hicieron el juramento de proteger a Helena, ni había recibido agravio alguno de
Ilión, así que nada lo ata a la guerra salvo su sed de fama. ''A ti, gran
sinvergüenza, hemos acompañado para tenerte alegre'', le dice al soberano, y tras
insultar a Agamenón así, Aquiles amenaza con irse a Ftía, su patria. El
mandamás griego no se inquieta ante la amenaza del mejor de los guerreros (que
puede cambiar el curso de la guerra) y le amenaza con arrebatarle a Briseida,
su botín. En respuesta, ''la aflicción invadió al Pélida'' (hijo de Peleo) y dudó si desenvainar y cargar
contra Agamenón; ya había decidido atacar cuando aparece la diosa Atenea,
enviada por Hera (diosa que apoya a los Griegos sobre los Troyanos) y le dice
Aquiles ''¿a qué vienes ahora, vástago de Zeus, portador de la Égida? (La Égida
es el escudo de piel de la cabra Amaltea que se le atribuye a Zeus) Esas son
las palabras, faltas de reverencia y sumisión, que Aquiles dedica a un dios
cuando éste se presenta ante él; ella, por su parte, le insta a injuriar al
monarca, pero no ha darle muerte. La diosa vaticina que si no lucha, los
griegos vendrán más adelante suplicantes para que vuelva a la batalla, y así
recuperará la honra. Aquiles obedece
porque, según él mismo dice, ''al que les obedecen, los dioses oyen de buen
grado.'' He aquí un fragmento de las palabras que seguidamente dedica Aquiles a
Agamenón: ''Ebrio, que tienes mirada de perro y corazón de ciervo. Nunca tu
ánimo ha osado armarse para el combate...rey devorador del pueblo, porque
reinas entre nulidades... éste será para ti gran juramento: añoranza de Aquiles
llegará un día de los hijos de los aqueos... cuando muchos bajo el homicida
Héctor sucumban y mueran.'' Aquiles está mostrando una flagrante falta de amor
y respeto hacia su rey, provocando una confrontación entre ''el mejor de los
aqueos'' y el que los manda. Mirada de perro y corazón de ciervo son insultos graves
en la época, pues animalizan al rey, y esto en la antigüedad era considerado
una gran ofensa (animalizar a cualquier persona era una grave ofensa, no solo a
un rey). Nuestro héroe amenaza sabedor de que su profecía se cumplirá, pues así
se lo dijo la diosa Atenea. Hablará Néstor, ducho anciano, y tratará de
reconducir la situación y reconciliar a los reyes, pero en vano. Las últimas
palabras de la discusión fueron de Aquiles, y reta a Agamenón: ''con las manos
yo no pienso luchar por la muchacha (Briseida) ni contigo ni con otro, ... pero
de lo demás que tengo junto a la veloz nave no podrás quitármelo ni llevártelo
contra mi voluntad. Y si no, ea, inténtalo... al punto tu oscura sangre manará
alrededor de mi lanza'' Aquí termina nuestra segunda parte del canto, finalizada
por un desafío de nuestro personaje al rey y por una amenaza de muerte en
público. Hay que hacer especial mención a que, aunque Agamenón comande la
hueste griega, él solo es rey de Micenas, y en la expedición hay muchos reyes
de distintas tierras, siendo Aquiles uno de ellos.
En la siguiente parte del canto, Aquiles y Agamenón
se separan y obran en consecuencia de la asamblea antes descrita. Nuestro
héroe, por su parte, simplemente parte hacia sus naves con sus hombres;
Agamenón, sin embargo, tras mandar a Odiseo llevar a Criseida junto a su padre
y hacer con él las ceremonias apropiadas, ordena que le traigan a Briseida,
esclava y botín de Aquiles. Le dice a dos de sus hombres, ''... y si no la
entrega, yo mismo en persona puede que la coja yendo con más...''. En su
amenaza, Agamenón sigue considerándose inferior a Aquiles en fuerza, (como deja
claro durante nuestra segunda parte del canto), pero no se siente mal por ello,
pues Aquiles es hijo de una diosa. Aquiles es en la Ilíada, y en la mitología
griega, el mejor guerrero que ha habido y que habrá. Sin embargo, lejos de
enfrentar a los dos hombres mandados por el Atrida, nuestro héroe desiste y entrega
a Briseida sin oponer resistencia y sin mostrar ira contra los enviados por el
rey; tras dar su botín, se sienta humillado y parte a llorar.
En Ayante, de Sófocles, el héroe enloquece y llega a
quitarse la vida por el deshonor, pero a diferencia de nuestro personaje, él se
ha deshonrado a sí mismo traicionando a los suyos y enloqueciendo en la noche;
Aquiles no, Aquiles se siente deshonrado por una confrontación con un rey, por
haber perdido el botín de guerra que se merecía; ni siquiera hay una pequeña
mención a que Aquiles amara a Briseida. (En cantos posteriores sí las hay, pero
no parece que realmente sea el amor el verdadero motivo de la cólera de
Aquiles, pues cuando se la ofrecen de vuelta junto a grandes regalos en el
canto IX, la rechaza) Aun así, no le tiembla el pulso cuando le pide a Tetis
que ésta suplique a Zeus para que castigue a los aqueos, a los suyos, dando
ánimos a los troyanos. Mientras Áyax se quita la vida llevado por el deshonor,
Aquiles fustiga a los griegos de la manera más terrible que puede, solo por un
capricho, por la satisfacción personal. Es
impresionante que esta actitud, tan propia de un personaje de Oscar Wilde o del
romanticismo, se presente en un héroe del siglo XIII A.C.. Raskólnikov, en Crimen
y Castigo, sufre una disputa interior, y en su alienación enloquece y
enferma por no ser capaz de causar daño en beneficio propio, o al menos, por no
poder hacerlo sin remordimientos (O. Wilde escribió: la conciencia es el
refugio de los cobardes. Algo muy parecido dice Shakespeare en ser o no ser); es cierto que Dostoyevsky
no mienta a Aquiles como ejemplo de lo que él denomina en la obra ''hombre
superior'' y sí nombra a Napoleón, entre otros, pero nos atrevemos a afirmar
que bien podría haberse referido también a nuestro personaje como uno de esos
héroes con capacidad moral para matar en su beneficio, esa capacidad que no
hace sino subrayar y definir ese objetivo de romanticismo europeo, esa
preocupación por el ''yo'' por encima de todo, esa huída del moralismo propio
de los personajes y autores clásicos (salvo Aquiles, claro). La Ilíada, no
obstante, se escribió veinticinco siglos antes que la gran obra maestra del
maestro Dovtoyevsky. Dice Aguilar E Silva ''el personaje romántico se configura
como un rebelde que se yergue, altivo y desdeñoso, contra las leyes y los
límites que le oprimen, desafía a la sociedad y a Dios mismo.'' ¿No es esto
todo lo que hace Aquiles? Rebelde frente al mandamás, dejando la guerra y, así,
retando a la sociedad. Aunque los designios de la diosa son cumplido, nuestro
héroe es irrespetuoso incluso con la mismísima Atenea (Que no es Afrodita, es,
junto con Ares, uno de los dioses que gobiernan el curso de la guerra).
Prometeo es, por decreto, una de las principales figuras representativas del
romanticismo. De él, que robó el fuego y lo entregó a los hombres, dice el gran
Lord Byron ''en tu paciente energía y en la rebeldía de tu espíritu invencible,
que ni la tierra ni el cielo pudieron quebrantar, hemos heredado una lección
poderosa; tú eres para los mortales símbolo y señal de su destino y fuerza. Como
tú, el hombre es en parte divino, turbio rio nacido de fuente pura; y el hombre
puede prever fragmentariamente su destino mortal, su miseria, su rebelión, a lo
que su espíritu puede oponer su esencia a la altura de todos los dolores, una
voluntad firme y una conciencia profunda que, incluso en la tortura, puede
descubrir su recompensa concentrada en sí misma, pues triunfa cuando osa
desafiar y porque hace de la muerte una victoria.'' El titán que traiciona a
los dioses, los desafía y acaba prendado con un buitre devorando día tras día
su hígado, es considerado por Byron victorioso; nuestro personaje no es
equiparado aquí con Prometeo por su amor al hombre, sino por el desafío al
orden y por su victoria en muerte, pues Aquiles consideraba una victoria que se
le recordara aun teniendo que morir por ello, y es que prácticamente podría
haber recibido palabras iguales a las que Byron dedica a Prometeo.
Evidentemente, Aquiles no es el romanticismo que es Prometeo, pues él no se
sacrifica por los humanos, sino por sí mismo; es otro romántico diferente, el
buscador del yo. Otro personaje considerado romántico, o comprendido desde la
estética romántica, es Caín, ''un rebelde sublime, que, torturado por la
miseria y el dolor del destino humano, se niega a obedecer dócilmente a dios,
invitando a los demás hombres a la rebelión heroica''; pero, ¿no hace lo mismo
nuestro personaje? Desafiando a Agamenón, siendo el rebelde sublime que se
niega a obedecer dócilmente, Aquiles se convierte en Caín, en el romántico, en
el ángel caído y en la desobediencia, y así, nos invita a los demás hombres a
la rebelión heroica.
Merece también especial mención que en la Ilíada
dice, literalmente, que Briseida ''marchó con ellos de mala gana''. Esta sentencia,
a priori irrelevante, está mostrando los sentimiento no ya de una mujer, sino
de una esclava botín de guerra; además, es la única mención en todo el canto a
los sentimientos que acarrea la partida de la prisionera, pues aunque Aquiles
se siente deshonrado, humillado y defenestrado, él no muestra sentimiento
alguno por la muchacha, ni siquiera cuando llora a su madre (en cantos
posteriores lo hará); ella, sin embargo, parece preferir quedarse con nuestro
héroe. Lo único que realmente perturba y ensombrece al hijo de Peleo es el
deshonor al que se ha visto sometido, y no desea sino vengarse; la petición que
Aquiles le hace a su madre es, se mire como se mire, una crueldad hacia los
griegos desproporcionada, pues éstos habrían de sufrir la ira de Zeus, la
muerte y la derrota en batalla en pago por lo que nuestro personaje considera
una afrenta de Agamenón; no se contenta con apartarse de la lucha (que ya sería
calificable de injusto y romántico), sino que pide a los dioses que decanten la
lucha hacia el bando enemigo... es necesario tener siempre en mente que nuestro
héroe fue a la guerra, sabedor de su muerte, en busca de fama eterna, tal como
le vaticinó su madre. Él es el único que realmente sabe que su vida acabará en
esa guerra. Piensen en Héctor, (que es en realidad el gran héroe de la obra: el
buen hermano, el buen hijo, el buen padre, el buen marido, el buen militar...
el hombre que se sacrifica por su patria y pueblo), y en su huída alrededor de
Troya atemorizado por Aquiles hasta que acepta su sino y lucha y muere contra el
héroe argivo; nuestro personaje no teme a la muerte, pero tampoco está
dispuesto a aceptarla en pro de su pueblo, como hace el troyano. Nuestro héroe
no se sacrifica por los griegos, ni da la vida por ganar, todo lo hace para que
su nombre sea por siempre recordado. Nos atrevemos incluso a afirmar que, a
cambio de la fama que con tanto ahínco buscaba, Aquiles bien habría podido
firmar la derrota griega en la confrontación.
Volviendo al canto de la obra, Aquiles, en la
súplica a su madre, le narra todo lo ocurrido durante las partes anteriores del
canto; de hecho, muchas partes están repetidas exactamente igual que en las
páginas anteriores: ''Entonces todos los demás aqueos aprobaron unánimes
respetar al sacerdote y aceptar el espléndido rescate; pero no le plugo en su
ánimo a Agamenón.'' Estas palabras son las mismas que en los versos XXIII Y
XXIV; como ya se ha dicho, la repetición es característica de la obra clásica
en general, y está aún más presente en Homero que en la mayoría de los otros
autores. Tras narrar a su madre lo acontecido hasta entonces, le pide que suba
al Olimpo y suplique a Zeus, su padre y a quien ella había salvado en una
ocasión, para que éste ayude a nuestro héroe. Entre las palabras que Aquiles
dedica a su madre, destacaremos: ''... Ya que me diste a luz para una vida
efímera'', pues su sino estaba marcado y, como él sabía, habría de morir en
Ilión. Tetis, por su parte, accede, diciendo ''temprano ha resultado ser tu
hado e infortunado sobre todos has sido'', recalcando ese destino que hilaron
las parcas y contra el que ni siquiera los dioses pueden luchar. En el verso
423, al decir que Zeus ha ido con los demás dioses al Océano (cuando en el
verso 221 parece estar éste en el Olimpo), parece haber una referencia a que
habrá una tregua; otro periodo, también de once días, será tregua en el canto
XXIV para el funeral de Héctor.
La siguiente y última parte del canto puede ser
subdividida en dos: la historia de Odiseo y de cómo devuelve a Criseida a casa;
y la súplica de Tetis a Zeus y la disputa entre los dioses que ésta acarrea. En
este estudio pesará más la discusión entre los dioses por ser más relevante
para la compresión del personaje estudiado. De Ulises sólo se dirá que montó
con una hecatombe y llevó con éxito a la hija del sacerdote junto a su padre,
que consiguió cumplir con su cometido y que regresó sano y salvo; además, en
este primer canto de la Ilíada podemos ver a Odiseo, personaje de la Odisea,
viajar en barco. (Nótese que en la Odisea se perderá y no podrá volver a casa
por faltar a los dioses, mientras aquí el viaje, que es para complacer a los
Olímpicos, se presenta sin infortunios) Crises pedirá a Apolo que aplaque su
castigo sobre los griegos, y el dios lo escucha; luego sacrifican la hecatombe
y Odiseo vuelve.
Para narrar la petición de Tetis a Zeus, Homero
vuelve a Ilión, donde Aquiles, ''velaba su cólera... ni frecuentaba la
asamblea, que otorga gloria a los hombres, ni el combate, sino que iba
consumiendo su corazón y añoraba el griterio de guerra.'' He aquí de nuevo el
vocablo ''menis'', el mismo con el que comenzó la obra; la cólera de Aquiles
hacia quien le mandaba, hacia quien él considera que lo deshonró. Una cólera
tan ingente que había de ser velada. ''Tetis no había olvidado los encargos de
su hijo'', y tras los citados once días, sube desde el mar, (pues ella es una
diosa marina) al Olimpo y suplica a Zeus: La diosa ''se sentó delante de él
mismo (Zeus), le abrazó las rodillas con la izquierda, y asiendo con la diestra
su barba por debajo, dijo, suplicante...'' (Esta es la postura típica y ritual
del suplicante.) ''Honra a mi hijo,
sujeto al más temprano de los Hados entre todos...'' Aquí vuelve a hacerse
referencia al destino de Aquiles, que prefirió ir a Troya a morir que vivir una
larga y feliz vida con su familia, pues así, según el vaticinio de su madre,
sería por siempre recordado. Es mencionable que, aun aceptando ir a costa de su
propia vida, en un principio Aquiles no quería participar en la expedición, y
llega incluso a disfrazarse de mujer para evitarlo; sólo acaba yendo porque
Odiseo, con una artimaña un tanto machista, lo engaña y descubre. Sigue la
súplica de Tetis: ''...e infunde poderío a los Troyanos, hasta que los aqueos
den satisfacción a mi hijo y lo exalten de honores.'' No es algo atípico en los
dioses causar estragos por su propio bien o para favorecer a otros dioses;
incluso se entrometen en asuntos humanos sin motivo y traen destrucción. (Véase
Ares, que en la Ilíada apoya a Héctor activamente en la batalla solo porque se
lo pide otra deidad) De nuevo Tetis insiste, y dice Zeus: ''Desastres se
avecinan, pues me impulsarás a enemistarme con Hera (su mujer), cuando ella me
provoque con injuriosas palabras... mas tu ahora marcha... De mi cuenta quedará
eso para cumplirlo. ¡Ea, asentiré con la cabeza, para que me hagas caso'' Aquí,
en esta escena, queda claro que el rey de dioses apoyara a los troyanos, (al
menos por el momento) y que su esposa, Hera, que se sintió humillada por el
troyano Alejandro en el Juicio de Paris, prefiere
apoyar a los griegos. Una vez marcha Tetis, Hera le dice a Zeus: ''creo que con
tu veraz asentimiento has garantizado honrar a Aquiles y a arruinar a muchos
sobre las naves de los aqueos.'' Zeus, que ya le había dicho que no indagara en
los planes que él no quisiera contarle, monta en cólera, y amenaza ''mas
siéntate en silencio y acata mi palabra, no sea que ni todos los dioses del
Olimpo puedan socorrerte cuando yo me acerque y te ponga encima mis
inaferrables manos.'' ''Así habló, y sintió miedo la augusta Hera... se
enojaron en la morada de Zeus los celestiales dioses'' Es común que los dioses
tengas disputas entre ellos, incluso guerras, por motivos realmente humanos;
aquí, Hera ha sido ofendida por Zeus por apoyar ambos a distintos bandos de una
misma guerra, pero la relación del matrimonio es siempre de celo y
prácticamente odio, pues Zeus normalmente va a buscar jovencitas humanas con
las que mantiene relaciones, y esto a Hera la ofende profundamente, y siempre
intenta hacérselo pagar. En cualquier caso, Hefesto, que como dice el canto se
enfrentó tiempo ha a Zeus y pagó cara su osadía, defiende a su madre (con
cuidado de no enojar al dios padre) y promueve la tranquilidad y paz entre los
dioses. ''Soporta, madre mía, y
domínate'', le dice a Hera instándola a no enfrentarse a Zeus. Finalmente, tras
un festín, van los dioses a acostarse, y Zeus y Hera, como marido y mujer,
duermen juntos.
He aquí el análisis del canto uno de la Ilíada
(Siempre enfocado al personaje Aquiles). Nótese que, siendo un estudiante el
ejecutor de este estudio, la obra seleccionada para el ensayo es una de las más
grandes de la historia de la literatura, predecesora de la épica y de la
literatura griega y Europea; no solo es literatura, sino que es una literatura
elevada, difícilmente superable de forma objetiva y que data del siglo IIX A.C.
La obra no solo precede a los clásicos, sino que, según señalamos en este
ensayo, es de aquí de donde el romanticismo toma su punto de partida; no de
Caín o Satán, que son posteriores a Aquiles, sino de éste héroe griego que no
se comporta como los demás héroes. Aquiles es Caín, Prometeo, y Satán; él es lo
que Raskovnikov quiso ser; es el primer romántico, el primer rebelde.
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